Es de noche y estoy en la tercera planta de un hotel que deja un poco que desear, pero que está cerca de la salida donde hoy he corrido mi sexto maratón.
Estoy muy feliz; tanto, que no creo que sea capaz de dormir en toda la noche porque solo me apetece hablar de lo que he vivido hace horas. Pero Alejandro duerme.
Como sabéis, esta preparación apenas la he disfrutado. Mi principal error, creo que ha sido dejar poco margen entre el maratón de Tokio (3 de marzo) y empezar los entrenamientos específicos de Berlín, el 8 de julio.
He intentado quejarme lo menos posible sobre la decisión de finalmente correr, pensándolo bien: ¿Quién puede decir que ha corrido dos majors en el mismo año? Y es más, ¿quién puede correr dos majors en el mismo año junto a su pareja?
Decidí venir a esta carrera habiendo tomado la mejor de las decisiones: ya has sufrido estos meses entrenando, ahora te toca pasarlo bien.
Viernes. Feria de la carrera.
Hora de recoger el dorsal.
Empiezan los nervios y surgen en mi cabeza las típicas dudas:
No sé si seré capaz
Ya he hecho tiradas de 30 kilómetros, sí, pero de 30 a 42 hay todavía 12 de diferencia
¿Por qué te apuntaste al sorteo de este maratón si sabías que había que entrenar en verano?
Joder, 42 kilómetros son muchos
Si conociera a Filipides le diría un par de cosas a la cara
¿Si lo pienso en millas, se me hará más corto?
¿Por qué no te plantas en la media maratón y ya está?
Y así horas y horas.
Por la tarde fuimos al Neues Museum a ver a Nefertiti, y durante un rato se me olvida el verdadero motivo de nuestra visita a Berlín.
Sábado.
Activación con el equipo de Asics Frontrunner de diferentes países. Correr un poquito y tomar un matcha. Buen plan.
Corro 20 minutos y acabo algo cansada.
“Pues lo que te espera mañana, amiga”, pienso.
Me duele todo el cuerpo. Las piernas, la cabeza, la espalda. "Sara, sabes que es mental, los días previos a la cabeza duele todo. Esto ya lo has vivido".
Tarde tranquila y regreso al hotel pronto a intentar dormir. Intento turrar a Alejandro lo menos posible con todas las dudas mencionadas anteriormente. Sin éxito.
Domingo. Día de la carrera.
Hay una parte de mí que tiene ganas de empezar ya a correr y otra que se muere de pereza.
Pero es que ya es el día. No hay vuelta atrás.
Vamos caminando hacia la salida y me tengo que separar de Alejandro. Él sale antes y por un cajón distinto que el mío. Me quedo sola y me pongo a la fila para ir al baño, mientras envidio la facilidad que tienen los tíos de mear en un árbol y tardar unos segunditos. También veo varios grupos de chicas que se tapan entre ellas mientras una en el centro hace pis. También lo miro con envidia y pienso, “esto también es sororidad”.
Por fin me toca entrar al baño y recuerdo que cuatro semanas antes corrimos en Londres y al ir a los baños mi amiga Eva dijo “el olor a pis y a nervios es internacional” y me río pensando en esa frase y en la razón que tiene.
Ya en el cajón, nos ponen temazos y, de repente, me entran muchísimas ganas de correr. Bailo y salto un poco a modo de calentamiento, ya que antes no me había dado tiempo.
Salimos y en la pantalla del reloj pongo la pantalla de solo ver los kilómetros, para así poder saber cuándo me tengo que tomar los geles y las sales. El resto de datos no me importan.
Me noto cómoda y corro a lo que me apetece. En el kilómetro 8 me encuentro con Pedro, de Palabra de Runner y corremos juntos un rato. Me dice que su intención es correr de tranquis y en el kilómetro 30, si se encuentra bien, ir un poquito más rápido. Mientras corremos, recordamos el maratón de Tokio y comparamos ambas carreras. En el kilómetro 12 teníamos a Alba esperándonos, ¡menudo subidón saludar a alguien que conoces y ver una cara amiga entre la animación!
Los kilómetros con Pedro se me pasan super rápidos, no recuerdo exactamente de qué íbamos hablando, pero no nos callábamos. Sobre el kilómetro 22, Pedro me dice que va a tirar más rápido y que Alba va a estar en el kilómetro 35 de nuevo, en el lado izquierdo.
Nos despedimos y a partir de ahí vuelvo a correr sola.
Me sigo sintiendo cómoda corriendo y solo pienso en concentrarme para poder seguir así.
Cada vez que veo una bandera de España, grito de manera eufórica: “¡VIVA ESPAÑA!” Y señalo a la persona que tiene la bandera buscando esa complicidad que en ese momento nos une. Puede, incluso se lo haya dicho a Tamara Falcó, que andaba por allí también animando. La gente gritando en las calles me parece una locura y yo, no me sentía tan española desde que el año pasado ganamos el mundial de fútbol femenino.
Continúan los kilómetros y a partir del 33 el maratón se me está haciendo un poco bola. Sí, voy bien, pero también me gustaría llegar a meta. Me pego al lado izquierdo para poder saludar a Alba y así volver a motivarme.
Estoy llegando al 35 y nada, no la veo.
De repente, una persona del público EN EL LADO DERECHO me chilla: “VAMOS SARITAAAAA” y viene corriendo hacia mí. Es Alba.
Me da la mano, corre conmigo cinco metros y me dice: “Lo estás haciendo genial, ya les he dicho en el grupo a las chicas que vas bien y te mandan ánimos, venga, que ya lo tienes.”
Yo no hablo. Solo sonrío. Estos segundos de ánimos valen más que cualquier gel sea de la marca que sea.
Me despido de ella y vuelvo a disfrutar de nuevo la carrera.
Kilómetro 40 y pienso que dónde está la Puerta de Brandeburgo y por qué la han puesto tan lejos. Se nota que son los kilómetros finales porque las calles están llenas de animación. Espectacular.
Doblo una esquina y veo al fondo ese pedazo de monumento característico de Berlín. Solo puedo sonreír y recordar, no fliparme corriendo porque aún quedan 200 metros para llegar a meta. ¡No la líes ahora, Sara!
Cruzo el arco de meta sonriendo y muy feliz. Se me olvidan los lloros del verano, las quejas, los dolores, las dudas (la de estos meses y las de última hora).
Recojo la medalla, me pongo un poncho chulísimo que me dan y veo un stand en el que tienen cervezas. Hace muchísimo que no me tomo una, pero la ocasión lo merece. ¡Que se note en qué ciudad estoy!
Me cuesta quedar con Alejandro porque apenas hay cobertura, pero, por fin, ¡nos encontramos!
Nos vamos al hotel andando, y por el camino paramos a comer una currywurst.
Entramos a un bar donde el resto de la gente nos felicita al vernos la medalla colgada al cuello.
Llegamos al hotel y, mientras Alejandro se ducha, miro las clasificaciones. La primera mujer que llegó a meta ha sido la etíope Tigist Ketema con un tiempo de 2:16:42 y es la tercera mejor marca femenina de este maratón. Not bad.
La página web oficial del maratón de Berlín no ha publicado aún la clasificación final, con lo cual, no puedo hablar sobre el porcentaje de participación femenina ni compararlo con ediciones anteriores.
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RECOMENDACIONES SEMANALES
En este apartado te recomiendo series, artículos, podcast, libros o algo que me haya gustado por si te apetece verlo a ti.
🎥 Vídeo: The Desk Break, ASICS. Este vídeo dura 1:14 pero te hará pensar. Deja el mensaje muy clarito.
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SARA
Eres GIGANTE Sara. Me quito el sombrero 🙂↕️😏🤗🤗🤗😍🥰😘
Me ha encantado la crónica!! enhorabuena por la medalla, el esfuerzo y la carrera!